¿Qué entendemos por sensibilidad?
Tener sensibilidad quiere decir que nos damos cuenta, que percibimos el estado de ánimo que tiene otra persona y nos permite descubrir en los demás a ese “otro yo” que piensa, siente y requiere de nuestra ayuda. Se trata de estar alerta de todo cuanto acontece a nuestro alrededor.
Podríamos decir que la indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad. Lo peor de todo es mostrar esa misma indiferencia en familia, algunos padres nunca se enteran de los conocimientos que reciben sus hijos; de los ambientes que frecuentan; las costumbres y hábitos que adquieren con los amigos; de los programas que ven en la televisión; del uso que hacen del dinero; de la información que reciben respecto a la familia, la moda, la religión, la política... todas ellas son realidades que afectan a los adultos por igual.
Reaccionar ante las críticas, la murmuración y el desprestigio de las personas, es una forma de salir de ese estado de pasividad e indiferencia para crear una mejor calidad de vida y de convivencia entre los seres humanos.
Muchas veces nos limitamos a conocer el nombre de las personas, incluso compañeros de trabajo o estudio, criticamos y enjuiciamos sin conocer lo que ocurre a su alrededor: el motivo de sus preocupaciones y el bajo rendimiento que en momentos tiene, si su familia pasa por una difícil etapa económica o alguien tiene graves problemas de salud. Todo sería más fácil si tuviéramos un interés verdadero por las personas y su bienestar.
En todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, vicios, etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de nuestra vida, no debemos dejar que sean otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionar los problemas. La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues no es correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes.
Podemos afirmar que la sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal.
Para desarrollar la sensibilidad es necesario tener Inteligencia Emocional que es la capacidad de comprendernos a nosotros mismos, ser conscientes de nuestros sentimientos, y así disfrutar a plenitud nuestras experiencias y entender mejor a los demás. Para trabajar la inteligencia Emocional puedes leer este
Manual de inteligencia Emocional para niños y niñas en edad escolar de Sylvia Rodríguez.
La sensibilidad puede entenderse como la facultad de experimentar impresiones físicas, y esto es una función que corresponde a los nervios, y se relaciona directamente con el proceso psíquico de la percepción, pero también con la facultad de sentir vivamente, y en este caso se conecta con la emotividad, los sentimientos de compasión y de humanidad, y directamente con todas las manifestaciones del arte. Desde este punto de vista la sensibilidad está muy concatenada con los procesos afectivos.
El niño debe ser sensible a las cosas de su entorno, pues este es el primer paso para poder sentir hacia aspectos más complejos de la actividad humana. Si al niño se le enseña desde muy pequeñito a querer a una mascota, como puede ser un perro o un gatito, se están sentando las bases para el desarrollo de una actitud de cuidado y protección de los animales; si se le enseña a cultivar una rosa, se le está inculcando el amor a la naturaleza; si se le asoma a la ayuda a un ser desvalido, se sientan las bases de la compasión y la cooperación humanas.
Asimismo el amor a la música, a una creación plástica, a un cuento literario, entre otras muchas manifestaciones de la conducta humana, tienen en su base la posibilidad de sentir, de emocionarse ante el hecho visto, es una prueba de la sensibilidad del niño hacia las cosas del mundo que le rodea.
La sensibilidad, como valor o cualidad humana, por lo tanto, no puede trabajarse de forma pedagógica directamente, sino mediante actividades que en su base promuevan el afloramiento de sentimientos y no solo de conocimientos, actividades que han de ser muy diversas pero en las que siempre prime lo afectivo.
Al niño se le tiene que enseñár a emocionarse por las cosas bellas desde la más temprana edad, ello constituye la base sobre la que la sensibilidad, en su sentido más general, se forma. Y lo que distingue una actividad pedagógica enfocada a formar la sensibilidad de cualquier otra cognoscitiva, es que se desarrollen vivencias positivas y el niño se emocione vivamente ante lo que se le enseña.
Reaccionar ante las críticas, la murmuración y el desprestigio de las personas, es una forma de salir de ese estado de pasividad e indiferencia para crear una mejor calidad de vida y de convivencia entre los seres humanos.
Muchas veces nos limitamos a conocer el nombre de las personas, incluso compañeros de trabajo o estudio, criticamos y enjuiciamos sin conocer lo que ocurre a su alrededor: el motivo de sus preocupaciones y el bajo rendimiento que en momentos tiene, si su familia pasa por una difícil etapa económica o alguien tiene graves problemas de salud. Todo sería más fácil si tuviéramos un interés verdadero por las personas y su bienestar.
En todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, vicios, etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de nuestra vida, no debemos dejar que sean otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionar los problemas. La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues no es correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes.
Podemos afirmar que la sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal.
Para desarrollar la sensibilidad es necesario tener Inteligencia Emocional que es la capacidad de comprendernos a nosotros mismos, ser conscientes de nuestros sentimientos, y así disfrutar a plenitud nuestras experiencias y entender mejor a los demás. Para trabajar la inteligencia Emocional puedes leer este
Manual de inteligencia Emocional para niños y niñas en edad escolar de Sylvia Rodríguez.
La sensibilidad puede entenderse como la facultad de experimentar impresiones físicas, y esto es una función que corresponde a los nervios, y se relaciona directamente con el proceso psíquico de la percepción, pero también con la facultad de sentir vivamente, y en este caso se conecta con la emotividad, los sentimientos de compasión y de humanidad, y directamente con todas las manifestaciones del arte. Desde este punto de vista la sensibilidad está muy concatenada con los procesos afectivos.
El niño debe ser sensible a las cosas de su entorno, pues este es el primer paso para poder sentir hacia aspectos más complejos de la actividad humana. Si al niño se le enseña desde muy pequeñito a querer a una mascota, como puede ser un perro o un gatito, se están sentando las bases para el desarrollo de una actitud de cuidado y protección de los animales; si se le enseña a cultivar una rosa, se le está inculcando el amor a la naturaleza; si se le asoma a la ayuda a un ser desvalido, se sientan las bases de la compasión y la cooperación humanas.
Asimismo el amor a la música, a una creación plástica, a un cuento literario, entre otras muchas manifestaciones de la conducta humana, tienen en su base la posibilidad de sentir, de emocionarse ante el hecho visto, es una prueba de la sensibilidad del niño hacia las cosas del mundo que le rodea.
La sensibilidad, como valor o cualidad humana, por lo tanto, no puede trabajarse de forma pedagógica directamente, sino mediante actividades que en su base promuevan el afloramiento de sentimientos y no solo de conocimientos, actividades que han de ser muy diversas pero en las que siempre prime lo afectivo.
Al niño se le tiene que enseñár a emocionarse por las cosas bellas desde la más temprana edad, ello constituye la base sobre la que la sensibilidad, en su sentido más general, se forma. Y lo que distingue una actividad pedagógica enfocada a formar la sensibilidad de cualquier otra cognoscitiva, es que se desarrollen vivencias positivas y el niño se emocione vivamente ante lo que se le enseña.
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